Seamos gestores de comunión | Reflexión Mensual ACDE – Abril 2023

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El P. Daniel Diaz, nuestro asesor doctrinal, nos invita a reflexionar sobre el rol de los empresarios en el tejido social. En un mundo lleno de redes pero cada vez más despersonalizado, tenemos la tarea de humanizar los vínculos, facilitar los encuentros y generar diálogos sinceros.

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Seamos gestores de comunión

Queridos amigos de ACDE,

Releyendo el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, encontré en su N° 344 esta afirmación que me llamó la atención: “El papel del empresario y del dirigente revisten una importancia central desde el punto de vista social, porque se sitúan en el corazón de la red de vínculos técnicos, comerciales, financieros y culturales, que caracterizan la moderna realidad de la empresa.”

Es muy gratificante escuchar hablar de este modo de la importancia central de la vocación empresaria. Pero al mismo tiempo es un gran desafío que nos llama a tomar conciencia de la responsabilidad del propio rol. Se nos dice aquí que este ser “centrales” para la sociedad nos viene dado porque el lugar que ocupamos está en el corazón de una red de vínculos diversos. Creo que vale la pena reflexionar sobre ésto.

En primer lugar, el “estar en el corazón” nos revela que somos parte de un cuerpo mucho más grande que nosotros mismos y nos ayuda a apartarnos de la soberbia auto-referencial que a veces puede aislarnos. Al mismo tiempo, la imagen del corazón nos habla de una función y misión particular, que tiene que ver con sostener la vida de ese cuerpo y de algún modo lograr una actividad armoniosa de todo el sistema. Implica una tarea continua, permanente, de dar impulso y abrirse a la recepción, de generar y acoger. Es nuestra tarea.

Ser el corazón de una red de vínculos nos llama, por otra parte, a vincularnos con todos. Dejar de lado a algunos, ser indiferentes con otros, no favorecer la conexión con algunos y hasta dejar de esforzarnos por vincularnos con cada uno de los integrantes del sistema, es un poco “matarlos”, quitarles la vida. Es justo lo contrario a lo que el Señor que nos ha confiado esta tarea espera de nosotros. La creatividad y habilidad para ir encontrando puentes y nexos, incluso con quienes se perciben totalmente apartados de nosotros, debiera desvelarnos y ocuparnos seriamente.

La finalidad del tejido de esta red supera ampliamente la de obtener ganancias tanto como las cosas eternas lo hacen con las que son solo del mundo. Nos lleva a una perspectiva de nuestro quehacer cotidiano que nos eleva en nuestra dignidad porque nos centra en cada persona y en cada familia con la que nos vinculamos y a las que ayudamos a vincularse entre sí en su búsqueda de bienestar y desarrollo.

Velar por la salud de las relaciones nos hace gestores de comunión, constructores del Reino. Los aspectos económicos y financieros, técnicos o culturales se hacen medios, ámbitos donde se despliegan los valores de la verdad, la justicia y la libertad. Si nos dejamos regir más por la caridad que por otros criterios, encontraremos  un objetivo concreto, un norte para todas nuestras decisiones, que además de buscar metas a corto plazo, nos lleve a plenificar vidas y a generar fraternidad y solidaridad.

En un mundo lleno de redes pero cada vez más despersonalizado, tenemos la tarea de humanizar los vínculos, de facilitar los encuentros, de generar diálogos sinceros. La centralidad de la persona que la Doctrina Social de la Iglesia nos propone es muy difícil de alcanzar si no hay quienes se ocupen de asumir esta responsabilidad, sin dejarse distraer ni excusarse en caminos ajenos al Evangelio a los que nos somete nuestra sociedad.

Enrique Shaw nos regala un hermoso testimonio en este sentido: su deseo de conocer al otro, de ser siempre cercano, de interesarse por su vida y no ser indiferente frente a sus dificultades. Vale la pena revisar nuestro propio modo de actuar y preguntarnos si somos ese corazón que late generando vínculos de amistad y fraternidad, y sin excusarse detrás de las funciones empresariales, va facilitando la construcción de redes a su alrededor.

Que el Espíritu de Dios los haga impulsores de una comunión más profunda entre todos sus hermanos. Que Dios los bendiga y los acompañe.