Seamos artesanos de Paz

El P. Daniel Díaz, nuestro asesor doctrinal, nos invita a reflexionar sobre la íntima relación entre la fe que proclamamos y la que vivimos. Jesús nos enseña que cada ser humano es infinitamente digno y valioso; esto es fundamental para construir la Paz.

Queridos amigos de arte, vivimos tiempos violentos. No sé si podría decirse que hoy la violencia está más presente que en otras etapas de la historia. Lo que sí es claro es que desde que Caín mató a Abel, agresiones, brutalidades, salvajismos, crueldades y ensañamientos siempre han tenido un lugar entre quienes fuimos hermanados al confiarse en nos. Este mundo es un triste manantial de dolor que cada día sigue derramando su oscuridad sobre nosotros. Las guerras van multiplicándose en muchas regiones del mundo. Algunas de ellas son cubiertas por los medios de comunicación y nos conmueven a diario, otras ni siquiera llegan a hacerse visibles en la distancia y sin ser noticia, destruyen naciones, pueblos y familias ante una indiferencia que se nos impone. El Papa Francisco señala que ellas han asumido la forma de una tercera Guerra Mundial en etapas y atentan contra nuestra dignidad a corto y largo plazo, constituyéndose en una verdadera derrota de la humanidad, pero la violencia no se circunscribe a los vínculos entre las naciones o allí donde hay muertos y heridos.  

Tal vez estos conflictos sean sólo el corolario de un modo de relacionarse que está presente en el corazón pecador del hombre y que encuentra espacios para rebelarse. En muchas situaciones, hasta los lugares de mayor intimidad y afecto son carcomidos por esta gangrena que si no se detiene a tiempo, se va corrigiendo y se deja convertir con la ayuda de Dios puede destruirlo todo. Es desde las pequeñas cosas donde a veces vamos destruyendo la comunión.  

En nuestra sociedad Argentina la violencia está muy presente. Y difícilmente podamos avanzar sin erradicarla. Ella genera oposiciones irreductibles, incapaces de acordar caminos y consensuar soluciones, cuando el insulto y la denostación están continuamente a flor de labios y brotan sin mesura ante cualquiera que me incomode, me disguste o se ponga a mi modo de pensar y sentir. Irremediablemente los lazos se rompen y los caminos se hacen innecesariamente difíciles y extensos. Cuando las decisiones son inconsultas, el otro no es tenido en cuenta o, aún peor, se lo considera solo un obstáculo para mis fines, entonces estamos en problemas. Jesús nos enseña que cada ser humano es infinitamente digno y que mi vínculo con cada persona ha de reconocerlo como valioso. No significa esto que yo pierda mi identidad, mis valores, mis creencias, pero si de verdad estoy firme, confiado en ellos, no temeré permitir que salgan al encuentro de la libre verdad de los otros. Enseñamos a los niños y jóvenes, al menos que desde las agresiones e injurias, los desprecios y ataques no son modos sanos de relacionarse y, sin embargo, los obligamos a vivir y sobrevivir en una sociedad donde esto es moneda corriente. ¿Es que acaso esperamos que aprendan a hacer las cosas bien sin darles el ejemplo? Parece una fantasía que solo sirve para escaparnos de la responsabilidad de no estar construyendo una cultura social, del respeto, del encuentro, de la integración.  

También el ámbito de la empresa necesita erradicar violencias. Cada vez que la imposición es elegida como camino, se pierde el consenso y la posibilidad de unidad, e incluso se llega a faltar el respeto. Todos sabemos que no basta alinear por la fuerza a quienes colaboran con nosotros. El entusiasmo, el compromiso, incluso la alegría de participar en un proyecto, en una obra, brotan del sentirse parte de ellos. La violencia es una solución a muy corto plazo y con muy pocas esperanzas de sobrevida. ¿Vale la pena que cada 1 nos preguntemos sobre nuestras propias violencias? Nuestra capacidad de pacificarnos y pacificar a otros y nuestra decisión de generar ámbitos de paz. La amabilidad de nuestras palabras y gestos pueden ser el punto de partida. Particularmente, será útil detenernos en los momentos en que las cosas no salen como queremos, en que las personas no responden como esperamos. Es allí donde solemos auto justificarnos para elegir o dejarnos arrastrar allí donde Jesús no nos lleva.  

Hay otras violencias que atañen, en particular a quienes conducen empresas, el no dar lugar a cada 1 de los derechos que hacen a la humana dignidad del otro, sea trabajador, cliente, proveedor. Esta responsabilidad ha de desvelarnos porque son las personas que nos han sido confiadas en uno u otro aspecto, en la vocación a la que Dios nos. Es importante reconocer que las desigualdades que impiden el mínimo bienestar de todos. Violencias que no permiten alcanzar el equilibrio ni la unidad. Siento que también es violencia apelar a márgenes excesivos de ganancia, particularmente en tiempos tan difíciles para el conjunto de una sociedad que sufre. Toda empresa necesita obtener beneficios, pero es una cuestión de conciencia el nivel que estos pueden alcanzar, aunque el mercado sea el modo más eficiente que el hombre ha encontrado para generar bienes y servicios y las regulaciones del Estado lo permitan.  

Está en cada cristiano el discernir. Su capacidad para ser justo y solidario con quienes son sus hermanos. Hay una íntima relación entre la fe que proclamamos la paz que vivimos y construimos y las decisiones que tomamos a diario. Pido a nuestro Señor Jesucristo que les conceda vivir en profunda Unión en todos los aspectos de su vida, que dio fuente de paz, colme sus corazones y los constituya cada día en artesanos de su paz entre quienes los rodean.