El P. Daniel Díaz nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en esta nueva etapa del país, desde nuestro rol, como cristianos que hemos recibido la noble vocación empresaria. Que en este tiempo Jesús renueve nuestra esperanza y nos haga crecer en un compromiso firme con el bien común.
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No podemos mirar para otro lado
Queridos amigos de ACDE.
Las circunstancias cambian. Nadie se baña dos veces en el mismo río decía el filósofo. Pero hay momentos en que la realidad cotidiana nos aleja de esa experiencia y nos parece que estaremos siempre igual, en el mismo lugar, sin llegar nunca a ningún lado. Son momentos en que la frustración y el desánimo ganan espacio, y sostener la esperanza se hace para los cristianos una esforzadísima tarea cotidiana. Y de pronto, las cosas cambian, la sociedad cambia.
No es un cambio perfecto, no lo es en lo absoluto. Trae en sí mismo muchas contradicciones y hasta serios peligros. Pero se abre un espacio mayor a la transformación, a algo diferente. La novedad se muestra posible y libres de miedos que paralicen pero con los justos miedos que nos hagan más sabios y prudentes, volvemos a creer que se puede ser una Nación grande, con paz y en un equilibrio armónico, con desarrollo y trabajo, con educación y salud.
Me pregunto ¿cuál es el lugar de ACDE en este nuevo contexto? ¿Cuál es el lugar de cada uno de los que nos presentamos como “empresarios cristianos” en esta nueva etapa? Viene a mi memoria un conocido texto de Albert Einstein que quiero compartir:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día de la noche. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “superado”. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El problema de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora: la tragedia de no querer luchar por superarla.”
La crisis ya está dada. Nos venimos topando con ella cada dia, en sus rostros de desintegración social, pobreza y violencia, en la enorme dificultad para trabajar y producir, la educación tan deficitaria y la salud tan desatendida. Las muchas diferencias de oportunidades y la mínima expectativa hacia el futuro nos dejaban una sensación de ahogo difícil de sostener.
También vivimos la crisis en la contraposición irreconciliable de grupos que sostienen distintos valores: libertad o justicia social, empresa o estado, trabajo o asistencia a los necesitados. Los términos relegados en los últimos años hoy han irrumpido imponiendo su triunfo en las urnas. Pero cuidado: volvemos a correr la tentación de creer que se puede olvidar una parte verdadera de los valores. Necesitaremos de una vez por todas luchar unidos y juntos por construir una nación que incluya en la verdad y la justicia, ambos términos.
Ha llegado el tiempo de sacudirse la pereza y aceptar los desafíos de cambiar un país que no nos conforma. Cada uno desde su rol, desde su misión. En lo personal y asociados, como cristianos que han recibido la noble vocación empresaria se actualiza nuestra tarea. Debemos colaborar para que cambien en nuestra sociedad muchas cosas. Es nuestra tarea generar riqueza genuina y hacerlo honestamente. Habrá que entablar batalla a los negociados y la corrupción tan encarnados en nuestra sociedad.
Como empresarios se nos demanda una permanente conversión a lo que Cristo nos propone como generadores de riqueza en el revisar si lo hacemos siempre por el bien de nuestros hermanos. En primer lugar como dadores de trabajo justo. En segundo lugar como administradores solidarios a quienes se confían sus hermanos aún marginados de lo necesario e incluso lo indispensable. En tiempos en que las transformaciones se vislumbran con un alto costo social, no podemos mirar hacia otro lado o decir que no es nuestra responsabilidad.
En otros aspectos nos toca seguir haciendo lo mismo en una circunstancia nueva. Debemos seguir proponiendo a todos el mismo cambio que Enrique Shaw se proponía cuando decía “No se puede vivir el Evangelio sin preocuparse de que se den las condiciones de gobierno, de estructuras sociales, de vivienda, alimentación, libertad, etc. sin las cuales la vida deja de ser humana”. Tantas veces nos quejamos de la mirada que nuestra sociedad tiene sobre el empresariado! Sueño con que nos ganemos una mirada distinta, valorativa y agradecida, por haber sido parte de la puesta en marcha de un gran desarrollo para todos los argentinos. Esta es nuestra oportunidad.
Queridos amigos, que con su bendición el Señor renueve nuestra esperanza y nos haga crecer en un compromiso firme con el bien de todos los que habitan nuestra Nación.