Nuestro mejor equilibrio

El Padre Daniel Díaz, nuestro asesor doctrinal, nos invita a reflexionar acerca de la estabilidad. Como hombres y mujeres de empresa cristianos debemos conformar nuestras vidas a la Verdad y al Amor de Dios, alineando nuestras metas y prioridades para encontrar nuestro mejor equilibrio.

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Queridos amigos de ACDE,

Hace unos días, mientras revisaba alguna de mis redes, me encontré con un desafío que me llamó mucho la atención. Tenía que ver con evaluar la propia condición física desde un lugar que me resultó inesperado. Estando de pie, había que cerrar los ojos, cruzarse de brazos y levantar una pierna. La propuesta demandaba permanecer en equilibrio un mínimo de segundos que acorde a las distintas edades disminuía en su exigencia en la medida que los años cumplidos aumentaban. Con curiosidad y un innegable espíritu competitivo, no pude resistir a la tentación de interrumpir lo que estaba haciendo e intentar el simple ejercicio. Parecía fácil.

La primera vez que lo hice fracasé casi al instante y aun sin espectadores mi autoestima quedó golpeada. Había subestimado la dificultad. Solo después de varios intentos fallidos, algunos aprendizajes de los errores y con bastante mayor compromiso en el esfuerzo, alcance la meta, la que me correspondía por mi edad, con lo justo. Lo que en principio había comenzado movido por la soberbia aspiración de lograr los objetivos correspondientes a edades menores a la mía, terminó convirtiéndose finalmente y luego de un proceso de realismo, en la pequeña alegría de haber alcanzado lo posible para mí.

A partir de lo sucedido, además de concluir en el firme propósito de hacer algo más de ejercicio físico este año, me quedé dándole vueltas al tema. La vida misma es siempre una búsqueda constante de equilibrio. En todo sentido: entre lo personal y lo social o lo familiar y lo laboral, entre lo gratuito y lo arduo, o lo profundo y lo accesorio. Creo que podría seguirse, está lista casi indefinidamente porque el equilibrio ha de abarcar la integridad de nuestro ser, asociada al mismo tiempo a todos los ámbitos donde se despliega nuestra existencia. Formulado así, el equilibrio pareciera inalcanzable.

Pese a esto, en muchas ocasiones presumimos de tener todo bajo control, equilibrado. Esto es una gran tentación y nos coloca bajo un grave riesgo. Con cierta ceguera, podemos llegar a pensar que cuidar celosamente lo logrado en nuestro equilibrio no es tan necesario y que fácilmente podremos recuperarlo en el caso de que lo perdamos. En realidad, lo obtenido solo se ha hecho posible por las múltiples ayudas, gracias y dones con que Dios y tantas personas nos sostienen a diario. Nuestra naturaleza caída nos empuja continuamente al desequilibrio. Así como mi estabilidad quedó seriamente comprometida cuando no tuve mis dos pies como punto de apoyo, cuando dejé de ver y cuando no pude ir rehaciendo mi centro de gravedad con el movimiento de los brazos, del mismo modo tenemos que empezar por reconocer que el poder conservar el equilibrio en la vida tiene que ver con muchas cosas que nos son dadas y que tenemos que recibir y agradecer. Vale la pena tomar conciencia de ellas.

La estabilidad, en el ejercicio propuesto, viene de estar apoyados en diversos puntos, de ayudarnos con lo que vemos para alinear nuestra verticalidad y de dejar que algunos miembros más móviles asuman la tarea de compensar lo que vaya aconteciendo. Tres puntos de referencia importantes que pueden ayudarnos al iniciar este año a vivirlo equilibrados. ¿Cuáles son hoy mis puntos de apoyo? ¿Miro mi entorno para descubrir en mis circunstancias, en lo que piensan los otros y en el Dios que siempre me guía las pistas que me permiten mantenerme donde quiero estar? ¿Qué movimientos me darían mayor equilibrio? 

Es relativamente fácil alcanzar unos instantes de estabilidad en la vida, pero nuestra aspiración va mucho más allá de esas breves experiencias que caducan rápidamente. La paz y la felicidad que anhela nuestro corazón demandan una atención constante para no apartarse del centro, del eje. No es tan solo permanecer en el mismo lugar, sino que nuestro equilibrio debe ir adaptándose a las distintas circunstancias y sus transformaciones que se nos presentan. Querer permanecer con rigidez en el mismo lugar, solo terminará produciendo un rotundo fracaso. 

Para lograrlo será necesario elegir bien las prioridades, los lugares firmes donde apoyarme. Habrá que contemplar la realidad más honda para conformar mi vida a la Verdad de Dios y a su Amor. Finalmente, habrá que animarse a los movimientos, buscando el justo medio entre la lentitud que todo lo demora y la velocidad exagerada que destruye con la brusquedad y la urgencia todo lo que intenta hacer.

¿A dónde voy con todo esto? Las vacaciones y el verano nos dan cada año la oportunidad de revisar nuestro equilibrio, de ver donde estamos, de replantear nuestras metas y prioridades. Ha habido cambios fuertes en nuestra sociedad y, por ende, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras empresas. ¿Cuáles son los equilibrios de los que no queremos salir, qué cosas queremos conservar en ellos? ¿Cuáles son las oportunidades que estos cambios representan y cuál es nuestro compromiso con ellas?

Por lo pronto y en el camino que compartimos en ACDE el equilibrio que quisiera ver en el empresariado de mi parte, sigue pasando por la honestidad, el compromiso con producir buenos bienes y servicios, la decisión de hacer del trabajo digno para todos nuestra búsqueda constante, el hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que nadie quede al margen del bienestar mínimo. La Palabra de Dios nos enseña que Jesucristo es el mismo, hoy que ayer y para siempre. Y que nuestra meta en la vida, aunque suene muy extraño en la empresa, sigue siendo el Amor. Allí está siempre nuestro mejor equilibrio. 

Que Dios los bendiga, los acompañe y esté siempre con Uds.