Como pocas veces en la historia, estamos atravesando momentos definitorios, decisivos, que nos marcarán por décadas. No se trata hoy de una coyuntural crisis económica o financiera, ni siquiera de una grave, como tantas que debimos sobrellevar. La humanidad entera se enfrenta a un desafío integral que la involucra en lo colectivo y en lo subjetivo y que pone a prueba nuestra capacidad de supervivencia. Tal es la dimensión de lo que nos toca vivir.
Como hombres y mujeres de empresa tenemos por delante la delicada misión de conducir nuestras organizaciones por las borrascosas aguas de lo desconocido. Una situación inédita como esta nos presenta desafíos nuevos. Pero gracias a Dios tenemos algunos instrumentos como para poder navegar mejor en esta barca, que como dijo Francisco nos lleva a todos y nos llama a remar juntos.
«No hay una buena economía sin un buen empresario». Papa Francisco
Retomamos las palabras que nos dirigió Juan Pablo II a los empresarios argentinos, en ocasión de su visita a Buenos Aires, en abril de 1987, hace exactamente 33 años. Y que nos parecen más actuales que nunca:
«En los momentos de dificultad, se pone a prueba vuestro espíritu empresarial. Se precisan mayor esfuerzo y creatividad, más sacrificio y tenacidad, para no cejar en la búsqueda de vías de superación de esas situaciones, poniendo todos los medios legítimos a vuestro alcance, y movilizando todas las instancias oportunas. Como vuestra actividad tiene siempre una profunda dimensión de servicio a los individuos y a la sociedad -y de modo especial, a los trabajadores de vuestras empresas y a sus familias-, comprenderéis que os anime a ser especialmente magnánimos en esas difíciles circunstancias. En efecto, la supervivencia y el crecimiento de vuestros negocios o inversiones interesa a la entera comunidad laboral que es la empresa, y a toda la sociedad. Por eso, los tiempos de crisis suponen un desafío no sólo económico, sino sobre todo ético, que todos han de afrontar, superando egoísmos de personas, grupos o naciones.»
Frente a la disyuntiva actual, como lo hubiera hecho Enrique Shaw, en las dificultades rogamos a Dios que ilumine a cada uno de nosotros para que en nuestras respectivas empresas podamos encontrar los mecanismos que nos permitan transitar esta tormenta cuidando a los trabajadores y sus familias. Es nuestra responsabilidad agotar todas las opciones y desarrollar al máximo nuestras capacidades creativas para evitar tomar la decisión más dolorosa que un empresario puede tomar, que es la de prescindir de sus colaboradores. Francisco nos dice » el trabajo es una prioridad cristiana».
Una gran mesa nacional imaginando líneas y herramientas para salir adelante
ACDE cree que es necesario fortalecer el diálogo y la cooperación para encontrar entre todos -políticos, empresarios, sindicatos, universidades, organizaciones de la sociedad civil- los caminos que nos permitan transitar este tiempo con el menor impacto posible en la economía y en paz. Y que en ese marco de respeto, sin agresiones inconducentes, se abra un sendero de concordia, esperanza y crecimiento.
Es momento de construir puentes y consensos dejando de lado las divisiones. No hay salvación individual posible en esta coyuntura, tenemos que remar juntos para mantener a flote la barca, como plantea Francisco. Las empresas argentinas, generadoras de trabajo y prosperidad para las familias, están atravesando una delicada situación. Hombres y mujeres de ACDE estamos para ayudar a los gobernantes a dimensionar el tamaño del desafío y encontrar en conjunto las soluciones que nos permitan sortear la tormenta primero y construir un futuro mejor para nuestros hijos, sobre los valores de la honestidad, el trabajo y la Justicia social.
Nuestro primer deber, decía Enrique Shaw, es crear trabajo. Y como dirigentes la misión es llevar un mensaje de serenidad y confianza, servimos a Dios sirviendo a los hombres en el terreno económico, con nuestro espíritu emprendedor y propuestas creativas.