«La realidad siempre nos está hablando… y no siempre escuchamos. Oímos un grito que ya no nos permitió vivir adormecidos, permanecer sordos o ajenos a la situación. Nos conmovió la noticia de una persona apuntando un arma a escasos centímetros del rostro de la vicepresidenta de nuestra Nación.
Lo que fue, lo que podría haber sido, sus posibles consecuencias, todo se arremolina en la mente y el corazón. Las posiciones previas, nuestros juicios y prejuicios, nos hacen correr el riesgo de utilizar una lente demasiado oscura, que no permite ver con claridad. Hay mucha historia y hay temas muy importantes y, sin embargo, creo que vale la pena postergarlos. Con los días se irán develando los detalles, pero tal vez el verdadero desafío sea ir a lo profundo de lo sucedido.
Creo que hay que pedirle a Dios que purifique nuestros ojos. Todo suceso mirado de este modo nuevo se revelará cómo un signo a través del cual nos habla el Señor.
Desde una mirada más sencilla se me hace clara una violencia que no es distinta a la de las palabras y los discursos en que nuestra sociedad y sus líderes están sumergidos. ¿Por qué nos sorprendemos? Acaso quienes siembran vientos no cosechan tempestades. Para una sociedad sana es imprescindible la paz y esta se construye en el que hacer cotidiano, en la capacidad de encuentro y diálogo, en el respeto y valoración del otro.
Argentinos, dejemos la soberbia de creernos poseedores absolutos de la verdad y de querer «matar», aunque hasta ahora haya sido sin armas, a quienes no coinciden con nosotros. Ese es el camino de una lucha fratricida y siempre infructuosa en la que habitamos cotidianamente y que nos ha ido robando toda esperanza.
Y tampoco hagamos uso de este triste suceso según las conveniencias propias. Pensemos en nuestra Nación y en la paz que necesita como base de toda la tarea pendiente tantas veces postergada.
¡Que el Señor de la Paz encuentre nuestros corazones abiertos a su acción en nosotros!
P. Daniel Díaz, asesor doctrinal de ACDE