Murió a principios de los años ’60. Y está en proceso de canonización.
En medio de la creciente angustia por la desaparición del submarino con 44 tripulantes, se multiplican en el país los pedidos de oración desde los diferentes credos. Entre los católicos cada vez son más los que apelan en su invocación a Dios a la intercesión de un oficial de la marina argentina y luego dirigente de empresa, muerto a principios de la década del ’60, que actualmente se encuentra en proceso de canonización en el Vaticano. Y que podría convertirse en el primer marino y empresario del mundo en ser declarado santo: Enrique Shaw.
El propio obispo castrense, Santiago Olivera –que acompaña en Mar del Plata a los familiares de los tripulantes-, invitó a rezarle a Shaw, un hijo de una familia de alcurnia (su madre era Sara Torquinst y su padre, Alejandro Shaw, fundador de Pinamar) que –tras estudiar en el colegio La Salle- ingresó a la Armada. Allí obtuvo los mejores promedios y se convirtió en el oficial más joven en la historia de la Marina argentina, donde realizó una intensa labor apostólica en tiempos en que era la fuerza menos religiosa.
Casado y con 9 hijos, se retiró cuando era capitan de fragata, pese a una foja de servicios sobresaliente y tras haber fundado el Círculo de Cadetes de la Acción Católica. Pasó a desempeñarse como empresario y llegó a ser el gerente general de Crislaterías Rigolleau. Convertido ya en un líder católico destacado fundó en el país la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y fue su primer presidente. Además, se contó entre los promotores de la naciente Universidad Católica Argentina.
Casado y con 9 hijos, se retiró cuando era capitán de fragata, pese a una foja de servicios sobresaliente y tras haber fundado el Círculo de Cadetes de la Acción Católica.
Shaw escribió numerosos ensayos breves –sobre todo en sus largas travesías cuando estaba embarcado- sobre espiritualidad, virtudes y liderazgo, muy apreciados. En un libro, los españoles Gustavo Villapalos y Enrique San Miguel lo consideran uno de los laicos católicos más destacados por su compromiso religioso, político y social en el siglo XX, al incluir su biografía junto a la de Konrad Adenauer, Balduino I, Georges Bidault, Alcide de Gasperi, Angel Herrera Oria, Robert Kennedy, Giorgio Lapira, Aldo Moro y Robert Schumana.
Acaso la característica principal por la que se lo recuerda sea por su gran humanidad y el enorme cariño que despertaba entre los obreros. Cuando con apenas 41 años un cáncer se ensañaba con su vida, más de 250 de sus empleados de Rigolleau se presentaron en la clínica para donarle sangre. Gracias a una recuperación precaria, Shaw pudo agradecer el gesto al personal, al hablarles en la fábrica: “Puedo decirles que ahora casi toda la sangre que corre por mis venas es sangre obrera”.
Su causa de canonización se inició en 2001 en Buenos Aires y en 2012 se cerró la etapa local, siendo el arzobispo el entonces cardenal Jorge Bergoglio. Ahora, en el Vaticano sigue su curso con un estudio más minucioso de su vida. Y a la espera de que se cumpla un requisito de fe: un milagro de Dios por su intercesión. ¿Será la aparición con vida de los 44 tripulantes?