Empresarios y corrupción

Compartimos editorial publicada en diario La Nación relacionada a nuestro XIX Encuentro Anual.

Empresarios y corrupción
Las escandalosas relaciones que unieron a hombres de negocios con el Estado no se superarán con declaraciones hipócritas, sino con más institucionalidad.

Miércoles 06 de julio de 2016

La conducta que asuman los empresarios resulta clave para lograr una sociedad justa, en la que se premie él.esfuerzo en lugar de desalentarlo, sefomenten la creatividad y la innovación, se estimule el crecimiento genuino sin corrupción, con una ley pareja para todos y sin ventajas para los amigos circunstanciales del poder, y se integre a los más desfavorecidos abriéndoles oportunidades de trabajo y no otorgando dádivas. Eso supone para cada dirigente de empresa asumir un compromiso personal, dado que su misión excede el marco de su organización para incidir en el conjunto de la vida social. Y no sólo en su faceta económica, sino también en principios, actitudes y hábitos que conforman la cultura de una comunidad.

Cabe valorar la significación del XIX Encuentro Anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que convocó a centenares de empresarios, profesionales y referentes de distintos sectores y credos a reflexionar sobre el tema «Compromiso empresario: valores en acción», con el propósito de «contribuir al fortalecimiento de nuestra sociedad». Resultó valiosa, en tal sentido la participación de representantes de la Iglesia como el obispo emérito de San Isidro, Jorge Casaretto, y de dirigentes sociales como Silvia Flores directora ejecutiva de la cooperativa La Juanita quien recordó el caso de una organización piquetera que no se contentó con planes sociales, rechazó el clientelismo y la corrupción y se lanzó a desarrollar emprendimientos productivos.

La jornada en la cual muchos asistentes, y el presidente Mauricio Macri, firmaron un compromiso de no consentir la corrupción bajo ningún pretexto; de generar empleo genuino cuidando el medio ambiente; de promover el bienestar de la comunidad y el respeto de la libertad religiosa y de creencias, no pretendió ser una flor efímera ni presentar una declaración de buenas intenciones pasibles de ser olvidadas al retirarse los asistentes.

Fue precedida por dos años de trabajos en que los miembros de la ACDE debatieron para definir cinco compromisos de conducta que fueron presentados y firmados en el encuentro. «Lo hemos hecho con paciencia y perseverancia, y con la convicción de que, como dirigentes de empresa, debemos defender nuestro papel en la sociedad partiendo de la coherencia en nuestro ejemplo personal», dijo el presidente de la entidad, Juan Pablo Simón Padrós. Y marcó la diferencia con quienes aparecen como empresarios, pero «en la realidad son sólo corruptos oportunistas, concesionarios serviles y hasta narco traficantes».

A su vez el presidente del encuentro, Jorge La Roza, se refirió al escándalo de «la práctica de corrupción de dudosos pseudoempresarios que terminan salpicando a toda la dirigencia empresarial que actúa éticamente». Y señaló: «Nuestro compromiso con el sector público y privado en el área de transparencia es esencial». Pero invitó a hacer un buen autoanálisis porque «no hay corrupción pública sin una contrapartida que la materialice».

A lo largo de la última década, en más de una ocasión, desde esta columna editorial instamos a los hombres de empresa a superar su propensión al silencio, el miedo o la complicidad ante los abusos de poder y el avance gubernamental sobre la iniciativa privada. En esos años se advirtió una desviación de la cultura empresarial asociada a la asunción de riesgos, hacia una actitud, cercana a la obsecuencia, para complacer a los funcionarios políticos. Las excepciones fueron realmente pocas: el campo, ACDE y el entonces presidente de Shell, Juan José Aranguren, junto al periodismo independiente, fueron algunas de ellas.

Hoy algunos hombres de negocios parecen rasgarse las vestiduraspara cuestionar la corrupción pública y empresarial de los últimos años cuando se sirvieron del Estado para hacer crecer sus utilidades. Recientemente, el presidente del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), Adrián Werthein, reconoció: «Deberíamos haber sido menos permisivos. Fuimos indolentes y hasta conniventes. Terminamos yendo por un camino que trajo malos resultados». Una declaración que sólo trasluce una alta hipocresía en el representante de un grupo empresarial que, hasta hace poco tiempo, aplaudía a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

La capacidad para innovar y emprender fue desplazada en esos años por el olfato para potenciar negocios muchas veces oscuros con el Estado para obtener prebendas y subsidios o evitar persecuciones. Esa actitud fue funcional al nefasto capitalismo de amigos que signó la era kirchnerista.

La escandalosa corrupción no sólo carcomió la vida pública, sino también buena parte de la vida privada, y no quedará atrás con falsos arrepentimientos, sino con un sistema institucional donde la transparencia y la eficiencia se impongan sobre los deseos de quienes quieren servirse del Estado.

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