Los jóvenes hemos perdido la paz y queremos recobrarla

Crisis económicas, sociales, políticas, ambientales y migratorias. Guerras que estallan y se perpetúan, grietas enquistadas que se vuelven violentas y provocan más padecimientos.

Nada parece resolverse, las cosas transcurren y en todo caso son solapadas por nuevas crisis, más dolorosas, en un continuo que parece eternizarse. En ese contexto, una pregunta nos angustia: “¿Podremos alguna vez vivir en paz, con nosotros mismos, con nuestro entorno y dentro de nuestras comunidades? Siempre se dice que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.

Los jóvenes hemos perdido la paz y queremos recobrarla

La madre Teresa de Calcuta en su inmensa sabiduría decía: “El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio; y el fruto del servicio es la paz«. En Argentina no tenemos conflictos bélicos, pero si tenemos niveles de inflación angustiantes, un 40% de pobreza que duele, y muchos vivimos a diario situaciones de violencia, desde la inseguridad, a la forma en que nos hablamos y no nos escuchamos, la famosa grieta, la intolerancia y el pensamiento simplista de buenos y malos, sin dar oportunidad a la escucha sincera ni permitir los matices y aceptar la complejidad de la realidad.

Ante tanta incertidumbre sentimos inquietud en el corazón. Nos abruma un clima en el que impera el miedo y el sálvese quien pueda. Parece que no hay futuro. No podemos tomar buenas decisiones regidos por el miedo y la desazón. Muchos de los jóvenes que pueden eligen escapar a esta realidad por Ezeiza y otros tapándola con drogas o evadiéndose. Pertenecemos a una generación experimenta además cambios tecnológicos enormes, rápidos y disruptivos, no siempre teniendo la capacidad para
procesarlos y adaptarnos.

Sin embargo, es mucho lo que podemos hacer para llevar paz y armonía a nuestras vidas y a nuestra sociedad y pensarnos como agentes de cambio, como partícipes de un servicio para y con el otro. Cada uno de nosotros puede erigirse en un constructor
de paz, a través el diálogo y la cooperación con nuestro prójimo, escuchándolo, comprendiendo sus angustias y ayudándolo a resolverlas. Si la ansiedad es un exceso de preocupación por el futuro, y la depresión un exceso de preocupación por el pasado, es legítimo, para evitarlas, detenernos en el presente y en lo que cada uno es y puede hacer hoy.

Buscar paz, en definitiva. Cada uno como pueda: a través del voluntariado, de la oración, del ejercicio del respeto y la comprensión mutua en nuestras interacciones sociales tanto reales como virtuales, de la familia. No hay recetas únicas. La necesidad de paz se nos impone, tenemos derecho a buscarla y aún en un contexto tan incierto, tenemos la posibilidad de construirla.


Escrito por Matías Lanz. Lee la nota original en MDZ, haciendo clic aquí.