La sustentabilidad nos ofrece enormes posibilidades y desafíos como dirigentes de empresas. Debemos pensar qué acciones concretas vamos a implementar para contribuir con esta agenda al mismo tiempo que buscamos desarrollar culturas empresarias basadas en el respeto, la participación y la promoción de las personas.
Desde la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE) somos conscientes de que es imperante integrar al tercio de la población que hoy vive debajo de la línea de pobreza, con las carencias de bienes y servicios esenciales, y las frustraciones que ello conlleva. Esta situación, inaceptable en un país abundante en recursos, es la muestra más cabal de los fracasos que venimos sumando hace décadas. Si conseguimos crear las condiciones para que se incorpore ese segmento de la población a actividades productivas formales y competitivas, no solo habremos solucionado una terrible injusticia moral, sino que además promoveremos un formidable motor adicional de desarrollo.
La sustentabilidad nos interpela a trabajar para dejar de ser uno de los países económicamente más aislados. Para ello debemos integrarnos a un mundo al que podemos aportarle no solo nuestra producción agroindustrial, minera y energética, sino también nuestro talento transformado en productos y servicios, nuestra rica cultura y paisajes a través del turismo receptivo, nuestro sol, vientos y biomasa convertidos en energías limpias.
Pero tenemos un desafío mayor: lograr un cambio cultural, sin el cual ningún logro podrá perdurar. Nuestra decadencia como país se explica en una profunda crisis de valores, sobre todo en nuestras dirigencias políticas, empresariales, sindicales y profesionales. Los cambios deben estar asentados sobre una sólida base de valores que se traduzca en conductas colectivas e individuales virtuosas.
En este sentido, promovemos la firma del Compromiso Personal Empresario, cuyo objetivo es definir los cinco compromisos de conducta personal que debiéramos asumir los dirigentes de empresa como aporte a la sociedad, considerando la oportunidad histórica que tenemos de enviar nuestro mensaje a las nuevas generaciones. Honestidad, transparencia, verdad, solidaridad, generosidad, entre otros, son cimientos sobre los que tenemos que construir nuestro proyecto de país. Es sobre ellos que deben asentarse la competitividad y la eficiencia.
Algunos pueden pensar que esto es una utopía irrealizable. En ACDE creemos que es posible y estamos abocados a trabajar para promover esos valores y conductas virtuosas que de ellos derivan. Lo hacemos con la convicción de que es un esfuerzo imprescindible y con la confianza de que Dios no guía en esta misión.