Queridos amigos de ACDE,
“Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha dado un poderoso Salvador…” (Lc 1,68-69a).
Estas son las palabras que el Espíritu Santo hizo brotar de boca de Zacarías al ver cumplida la promesa del nacimiento de su hijo Juan, precursor de Jesús. Él había quedado mudo por no haber creído las palabras del ángel que se lo anunció. No era fácil hacerlo después de tantas frustraciones, de tantos años sin descendencia. Su desconfianza y falta de fe requerían un tiempo de introspección que lo llevara a recuperar la certeza de que Dios nos ama incondicionalmente y es siempre fiel, para poder entregarse a sus caminos y abrirse a sus dones. Y Dios lo silenció.
Dios es proveedor de silencios que nos invitan a la reflexión, que nos impulsan a detenernos y mirarnos por dentro, a ver a quienes nos rodean, a volver a contemplarlo en su infinito amor. La Nochebuena y la Navidad nos introducen al misterio de ese silencio en el que Dios habla al corazón y lo enamora. En la quietud de esa noche única, en la calma del pesebre de Belén, se acallan los ruidos de éxitos mundanos y preocupaciones pasajeras. Allí podemos recuperar la capacidad de reconocer al Dios que está con nosotros, que ha venido a salvarnos de todo lo que nos oprime y nos lastima.
Pido al Señor que en estos días de tanto ruido y ajetreo les conceda hacer silencio frente a su Nacimiento. Y que el Niño Dios se revele ante sus ojos como el poderoso Salvador en quien podrán recuperar la esperanza. Con Jesús, puesta nuestra vida en sus manos, tenemos la seguridad de que la paz y la justicia brotarán, el respeto y la fraternidad florecerán y el anhelado bienestar para todos dejará de ser una utopía. Porque la Navidad nos regala la alegría de celebrar que el Dios para quien todo es posible está entre nosotros.
¡Muy feliz y bendecida Navidad para todos!
Padre Daniel Diaz
Asesor doctrinal de ACDE