La grandeza en el servicio a los demás | Reflexión Mensual ACDE – Julio 2023

El P. Daniel Diaz, nuestro asesor doctrinal, nos invita a reflexionar sobre las actitudes y valores que requiere un líder para servir al Bien Común. Que Jesús, el Hijo de Dios que se hizo nuestro servidor para salvarnos, nos anime y sostenga a vivir cada día como servidores.

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La grandeza en el servicio a los demás

Queridos amigos de ACDE,

Me parece oportuno en este tiempo compartir con ustedes una breve reflexión sobre el poder y el servicio. Traigo en mi ayuda un relato del Evangelio que me parece central en este sentido y puede iluminarnos en lo que Dios espera de nosotros. San Lucas nos habla, en el contexto de la Última Cena del Señor, inmediatamente después de la institución de la Eucaristía, de una discusión que se suscitó entre los discípulos más cercanos a Jesús. El punto en cuestión era “quien debía ser considerado como el más grande” (Lc 22,24ss).

Lo primero que llama la atención en la situación es el contraste entre la actitud de Jesús y la de quienes lo rodean. Mientras Cristo se dispone a entregar su vida haciéndose servidor de todos, los apóstoles están enfocados en tratar de asegurarse la mayor cuota de poder y reconocimiento posible para sí mismos. La disputa lleva a que se caldeen los ánimos y Jesús tiene que intervenir. Pero lo que es aún peor, la escena nos revela discípulos completamente desenfocados de lo importante, cegados por sus propias pasiones e impedidos de ver que “la Pasión” ya ha comenzado a desarrollarse frente a sus ojos.

“¿Quién es el más grande?” La pregunta reclama inmediatamente una aclaración: ¿en qué sentido o aspecto?, ¿a los ojos de quien?, ¿en comparación con quiénes?. ¿Será esta multiplicidad de posibles enfoques el motivo por el cual se generó esta discusión entre los que seguían a Jesús? ¿La fuente del conflicto está en que distintos aspirantes al título de “mejor discípulo” podían sentirse con derecho a ser reconocidos desde diferentes puntos de vista?

El problema va mucho más allá, es más profundo. No se trata de la necesidad de una clarificación de las distintas miradas. Lo que hay detrás del enojo es la búsqueda de derechos y privilegios, el mero deseo de un poder que haga posible estar por encima de los demás. Han caído en la tentación de hacer que el modo propio de ver la realidad no sea sino una forma de justificar sus fuertes pretensiones de alcanzar sus objetivos meramente personales a toda costa.

Jesús deja expuesto entonces un modelo de poder muy habitual en el mundo. Es el de los reyes que dominan a las naciones, el de aquellos que ejercen el poder sobre el pueblo y encima se hacen llamar bienhechores. Desde esta concepción quien gobierna se prioriza a sí mismo y se constituye en “señor” de los demás para someterlos a sus decisiones. No conforme con esto, los obliga a un reconocimiento hacia sí, hacia su capacidad, hacia el supuesto bien que hace a los demás que refrenden todas sus decisiones y acciones. Este no es el modo cristiano de autoridad que Jesús nos propone, que desea de nosotros. El Señor lo dice claramente: “entre Uds. no debe ser así”.

La propuesta del Señor es que el más grande se comporte como el menor y el que gobierna como un servidor. Estas palabras muy sencillas vienen a proponer un cambio radical, donde la grandeza que busquemos esté puesta en la firme decisión de hacer de mi autoridad un servicio a los demás. El pasaje culmina con Jesús proponiéndose a nosotros como ejemplo de todo ésto: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve”. Unas horas después de esa Cena, el dejaría bien claro hasta que punto esto era cierto.

Bajemos ahora a nuestra realidad cotidiana. Estamos en tiempo de elecciones y creo que es iluminador el preguntarse acerca de los modelos de poder que subyacen en las distintas acciones y discursos de los que somos testigos a diario. ¿El fragor de las campañas denota un profundo deseo de servir al Bien Común o una enorme búsqueda de poder cuya finalidad es la obtención de un lugar para favorecer los propios intereses? No quiero ser exageradamente inocente ni purista, las cosas suelen estar un poco mezcladas, pero me parece que una sociedad que renuncia a buscar para su gobierno genuinos servidores públicos, se condena a sí misma a la esclavitud.

Como líderes cristianos también nosotros hemos de someternos a este cuestionamiento. Las muchas dificultades y adversidades que enfrentamos hoy quienes trabajamos en el ámbito de las empresas, podrían hacerse excusa y supuesta justificación para caer en la tentación de un poder abusivo, que no construye el bienestar general ni desarrolla nuestra sociedad ni  a las personas que la conforman. Si la obtención de ganancias se torna un criterio que despóticamente cancela todas las demás búsquedas propias de nuestra actividad, en tanto generadora de un bien social, necesitamos convertirnos.

Los contextos difíciles son una invitación a la grandeza. Dios nos ha pensado desde siempre para ser “grandes” como servidores y para enfrentar las dificultades que nos tocan atravesar. Nuestra historia nos ha ido preparando para esto y tenemos que asumir el desafío de responder con valentía, con lucidez y con creatividad, siendo fieles al ejemplo de servicio que el mismo Jesús nos dio.

Nuestra grandeza es seguir buscando pagar salarios dignos, brindar productos y servicios genuinos, generar entornos de respeto y valoración de quienes conforman todo el entremado que participa de nuestra actividad. Nuestra grandeza es ser honestos, coherentes, comprometidos y dispuestos incluso a sacrificios para que la dignidad de tantas personas y familias que dependen de nuestras decisiones sea favorecida y promovida.

Hace unas semanas vivimos nuestro encuentro anual. Allí nos preguntábamos “¿Cuáles son las actitudes y valores que requiere un líder para servir al Bien Común? Las respuestas con mayor consenso fueron: humildad, empatía, servicio, generosidad y  escucha. Todas ellas solo se condicen con el modelo de autoridad que Jesús nos propone. Nuestra vocación se realizará con grandeza en la medida en que identifiquemos nuestro ser dirigentes empresarios con un verdadero servicio centrado en los demás.

Que Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo nuestro servidor para salvarnos, nos anime y sostenga a vivir cada día como servidores de nuestros hermanos. Que Dios los bendiga a todos.