La belleza como camino a Dios | Reflexión Mensual ACDE – Diciembre 2022

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El P. Daniel Díaz, nuestro asesor doctrinal, nos invita a cerrar el año mirando a María, la madre de Dios, y a reflexionar sobre lo bello y fascinante de nuestra misión empresarial.
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Queridos amigos de ACDE,

En estos días, la Iglesia Católica celebra la Inmaculada Concepción de María. Quisiera invitarlos a poner su mirada en este misterio que celebramos y hacerlo parte de este fin del año en que vamos disponiendo nuestras vidas a la próxima Navidad. Quien mejor que María para mostrarnos como abrir nuestros corazones a la presencia transformadora del “Dios con nosotros”.

Dar a nuestra Madre el título de “inmaculada”, que literalmente significa “sin mancha”, pone su acentuación en una mirada lanzada desde nuestra propia experiencia de pecado. Para nosotros esta realidad es cotidiana: en nuestra propia persona, en quienes nos rodean más cercanamente y en toda nuestra sociedad. La vida cristiana es, ahora en nuestro caso, lucha, combate que nos abre al Dios que viene a liberarnos de la esclavitud del mal. Pero la realidad de María es muy diferente.

La Virgen es y ha sido siempre toda belleza y pureza. Cuando Dios mira a María no se detiene en lo que no ve, en el rechazo del pecado que hubiera afeado y arruinado su creación. Más bien el Señor se goza en su obra maravillosa, plasmada tal como la soñó. En ella brilla su luz, se plasma su caridad, se cumple su sueño para el ser humano. Después de siglos y siglos de ver su creación profundamente herida por el rechazo de la soberbia, finalmente pudo contemplar extasiado de amor el Sí de aquella pequeña creatura en quien comenzó a recrearlo todo.

Esa belleza de la Madre ha quedado expresada en el arte. Sus hijos que la aman la han plasmado en la pintura y la escultura del modo más hermoso que han podido. En realidad desconocemos su aspecto físico completamente. Y tampoco importa en verdad cuál es. Su mayor esplendor no lo marca su cuerpo sino su alma entregada a Dios.

Todo lo que es lindo, nos atrae. Cuando decimos de algo o alguien que es precioso o preciosa, no hablamos tanto del precio que estamos dispuestos a pagar sino de un cierto sentimiento de gozo que nos genera estar en su presencia. Cuando la tentación del apoderarnos de ese objeto o persona son rechazados, entonces hacemos verdadera experiencia de una alegre contemplación, porque sin pensarlo percibimos un don, un regalo, que el Señor nos da.

María es bella en atención y preparación a la hermosura de su Hijo Jesucristo. Aunque cronológicamente lo preceda en la tierra, Aquel que viene de la eternidad se hace el motivo de su hermosura que la Madre recibe como don de quien será su Hijo.

Traigo esto a nuestra vida y realidad. Aun en medio de nuestras dificultades y luchas, y a pesar de nuestras faltas, errores y límites, la huella de la hermosura que Dios quiso plasmar en cada uno de nosotros nunca desaparece. Y en la medida en que Cristo está presente en nuestras vidas, esos rasgos que reflejan el verdadero arte de Dios, dejan de ser borrosos, se afirman y definen nítidamente. El Señor nunca deja de ver lo hermoso de su creación, pero nosotros por momento lo olvidamos. Pidámosle a Dios que nos ayude a sentirnos mirados con los mismos ojos con que contempla a María.

Quiero proponerles para estos días una tarea: la de mirar lo bello de sus vidas, lo hermoso de sus familias. Y también de mirar lo lindo y fascinante de nuestra labor empresarial, de esa misión que Dios nos encomendó de organizar y liderar a nuestros hermanos para que tengan vidas dignas y plenas. Podemos detenernos en lo que logramos, en lo que pudimos, en lo que con la ayuda del Señor alcanzamos. Y dar gracias al Dios que viene a nosotros porque cada vez que le decimos que “Sí” a su voluntad, el mundo se hace más bello.

Que Dios colme sus corazones y el de sus familias con su bendición.