El poder de cambiarlo todo

El P. Daniel Díaz, nuestro asesor doctrinal, nos anima a ponernos en las manos de Dios para alcanzar los cambios que nuestro mundo y sociedad anhelan.

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El poder de cambiarlo todo

Queridos amigos de ACDE,

La necesidad de un cambio profundo se hace evidente en nuestros días en muchos y muy distintos niveles. Podemos mencionar solo algunos evidentes: la violencia de la guerra, la crisis climática global, la economía que deja a muchos al margen del bienestar, la débil organización de las naciones que impide dar respuestas a esta y otras problemáticas. Son muchos los reclamos por soluciones que nos permitan vivir en paz, desarrollarnos y alcanzar el mínimo bienestar a todas y cada una de las personas, como expresión del respeto a nuestra dignidad. La Nación Argentina dentro de sus propias especificidades no es ajena a la urgencia del cambio.

Decimos que queremos que las cosas cambien, lo repetimos constantemente a quien quiera escucharnos y la mayoría de las veces encontramos en nuestros interlocutores aprobación ante nuestras quejas. Sin embargo, las transformaciones no llegan a realizarse y se nos hace muy difícil avanzar en este deseo. Lo hemos intentado repetidamente, haciendo grandes esfuerzos, pero no logramos sostener el rumbo. Terminamos frustrados y enojados, sin esperanza ni ánimo. Conocedores de la necesidad imprescindible de conversión y transformación, nos vemos aplastados por la evidencia de nuestra incapacidad como sociedad para llevar la cuestión adelante.

“No hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de la sociedad, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas”. Esta frase pertenece a la reciente exhortación apostólica “Laudate Deum” del Papa Francisco  donde, transcurridos 8 años de la Encíclica “Laudato Si” vuelve a llamar a todas las personas de buena voluntad a tomar conciencia de la crisis climática. Creo que esta afirmación puede ser extendida a toda la problemática social y que revela una pista sobre el motivo de nuestros repetidos fracasos al tiempo que indica los pasos que debemos dar.  

El Papa nos propone tomar conciencia de algo bastante evidente: existe un simple orden lógico que nos dice que todo cambio social comienza en el cambio de las personas: de su cultura, de su forma de vida, de sus convicciones. Ante las propuestas mesiánicas que señalan personas o grupos de iluminados, o ante proyectos o ideologías que dicen traer la salvación mágica a nuestras dificultades, se nos propone un baño de realismo. El cambio nace en cada uno de nosotros. Por esto, pretender cambios de nuestro mundo y nuestro país sin asumir las modificaciones y correcciones que nos tocan en primera persona es una insensatez. No solo es sacarle el cuerpo al problema, sino que es eso mismo que impide la solución.

Nuestras quejas y reclamos habituales pasan a ser entonces las preguntas que debemos hacernos para un sincero examen de conciencia sobre nosotros mismos. Ellas deben abordar especialmente cuanto nos toca como líderes de nuestras empresas, lugar donde estamos llamados a sumarnos con una participación activa en la búsqueda de la sociedad que deseamos. Detenernos en nuestra cultura, forma de vida y convicciones puede ser muy revelador. ¿Cuáles son nuestras costumbres?, ¿Qué es lo que solemos hacer?, ¿Cuáles son las certezas y afirmaciones que revelan nuestros modos de actuar?

  • Si pedimos una mejor cultura política democrática, ¿cuál es nuestro modo de vivir el respeto, el diálogo, la búsqueda de acuerdos en nuestra propia empresa, con nuestros stakeholders, en nuestros propios grupos de trabajo?
  • Si pedimos la modificación de las penas por juicios laborales, ¿qué tan justos somos en nuestro modo de contratar, de exigir el cumplimiento de tareas, incluso de desvincular a personas? ¿Tenemos una efectiva preocupación sobre las personas involucradas en nuestras decisiones y su bienestar más allá de nuestras metas empresarias?
  • Si nos preocupan los planes sociales y sus desvíos, ¿nos ocupa el esfuerzo por generar trabajo digno de modo que estos no sean necesarios?
  • Si demandamos que nuestros negocios sean sustentables, ¿cuidamos con honestidad que nuestros productos y servicios sean de la calidad necesaria y que nuestros trabajadores puedan vivir dignamente con lo que ganan?
  • Si nos preocupa el gasto público, ¿somos capaces de renunciar a aquellas ventajas que en este momento nos generan esas políticas cuando no nos son necesarias?
  • Si demandamos un mejor sistema impositivo, ¿somos hoy responsables en el buscar cumplirlo como un aporte a la sociedad en todo lo que podemos?

Estos son solo algunos ejemplos. Estoy seguro que la coherencia y el testimonio de un empresario cristiano son un instrumento muy útil, en las manos de Dios. Él  sabrá hacer el mejor uso de nuestra disponibilidad y entrega para que podamos alcanzar lo que nuestro mundo y nuestra sociedad anhelan. “Palabras” solemos escuchar muchas y hasta terminan por pasar desapercibidas. Pero cuando hay “ejemplos” que las validan, ellas cobran un inmenso poder: el poder de cambiarlo todo.

Queridos amigos, Jesús dijo “Yo hago nuevas todas las cosas”. Permitámosle que comience por nosotros para poder cambiar nuestro mundo, haciéndolo su Reino. Que Dios los bendiga a todos.