El Camino hacia una Argentina Justa | Reflexión Mensual ACDE – Junio 2023

El P. Daniel Diaz, nuestro asesor doctrinal, nos anima a abrazar la verdadera libertad. En un mundo en constante transformación precisamos líderes empresarios que elijan mantenerse firmes a los principios y valores que nos propone el Señor.

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El Camino hacia una Argentina Justa

Queridos amigos de ACDE,

Se acerca nuestro encuentro anual y como cada año quienes somos parte de nuestra asociación esperamos con entusiasmo este momento rico en aportes y reflexiones. Siempre nos anima a vivir y a seguir dando testimonio de nuestro compromiso creyente en el mundo de las empresas y en nuestra sociedad. En esta ocasión hemos sido convocados bajo el título “Liderar para servir al Bien Común. Valores y compromisos para una Argentina más justa”. Quisiera invitarlos a detenernos en las últimas palabras: “una Argentina más justa”. Ellas señalan la meta, este anhelo común que tan difícil de alcanzar nos ha resultado.

La idea de “una urgente justicia demasiado largamente esperada” no es nueva. Fue propuesta por Juan Pablo II hace casi 4 décadas y retomada entre nosotros desde entonces por muchos. Describe una situación de injusticia que a esta altura nos es evidente a todos. Pero creo que vale una aclaración para no desenfocarse: hay que hacerse cargo. Uno no espera la justicia como se espera un colectivo, parado y quejándose de la impuntualidad del colectivero o de la línea. La justicia argentina ha de ser construida por los argentinos. Es nuestra tarea. Y si no ha sido suficientemente alcanzada, eso nos involucra a cada uno aunque sea con distinto grado de responsabilidad. Los que habitamos este bendito país, en nuestro conjunto, no hemos sido suficientemente justos.

De aquí surgen nuestras dificultades. La justicia es imprescindible para que pueda existir una convivencia social armónica y en paz, que permita el desarrollo de la Nación. No podemos esperar frutos si no plantamos un árbol y lo acompañamos en su crecimiento. No valen las excusas. La armonía y el trabajo común no dependen de una coincidencia absoluta en todo. Siempre existirán en una misma realidad miradas distintas, opiniones diferentes, abordajes diversos en la búsqueda de soluciones. Diría incluso que no es la uniformidad la que puede alcanzar el objetivo deseado, ya que el altísimo costo sería el de someterse a una imposición tiránica y perder las propias libertades. Que existan posiciones encontradas no es motivo suficiente para que el proyecto de nuestro país se desmorone.

Lo que sí demanda la justicia indefectiblemente es el dar absoluta prioridad al respeto de la dignidad de cada una de las personas que integran la sociedad. Esa dignidad está dada en primer lugar por las necesidades básicas concretas: alimentación, vestido, vivienda, salud, educación, trabajo. Y no acaba allí la tarea ya que a partir de ellas se abre un abanico de necesidades que hacen al desarrollo y bienestar del ser humano mirado en su integralidad.

Muchos dirán: ¿Hasta qué punto es realmente posible en nuestro país hoy el bienestar y el desarrollo de todos y cada uno de sus habitantes? ¿No es todo esto una utopía de una doctrina social lejana a nuestra realidad? Estamos tan lejos del objetivo que es fácil desalentarse. Las muchas injusticias han dejado consecuencias graves entre nosotros. Sin embargo, el camino hacia una mayor justicia es siempre posible, aunque esto no signifique que sea fácil.

Nuestra Nación se debate en una tensión que no es fácil de resolver y ha generado una grieta aún entre quienes quieren el bien común. Por una parte, unos hacen primar la necesidad de ayudar en lo inmediato a quienes han quedado al margen del camino y necesitan ser sostenidos en lo más indispensable para subsistir. Por otro lado,  otros enfatizan la necesidad de salir de una situación en la que son tantos los que viven de ayudas que esta distribución dificulta la generación de riqueza y paraliza cada vez más la economía. Ninguna de las dos problemáticas podrá resolverse a costa de la otra.

En medio de este complejo cuadro, quienes desde las empresas lideran sus propios espacios y, al menos en parte, el camino de la sociedad están llamados a vivir esta tensión sin negar ninguno de sus términos. Negar la necesidad de los hermanos y la responsabilidad de atender su indigencia no sería cristiano, no sería buscar una Argentina más justa. Desistir del muy arduo proceso que devuelva a nuestro pueblo a la cultura del trabajo, del esfuerzo y del compromiso tampoco lo sería. Si aún nos cuesta encontrar la síntesis que sea la respuesta evangélica que Dios nos propone, habrá que seguirla pidiendo al Señor y buscándola juntos en el diálogo. Esa es la búsqueda que como ACDE tenemos que sostener y proponer.

En las bienaventuranzas que el Evangelio según San Mateo nos transmite, Jesús nos enseña que hay felicidad  cuando somos perseguidos por causa de la justicia, porque esa fidelidad y fortaleza ante la adversidad nos dan en posesión el Reino de los Cielos. Se me ocurre que esa persecución se concreta hoy en la agresión hacia una propuesta que no absolutiza soluciones, que no “partidiza” las respuestas, y que busca encontrar coincidencias y generar acuerdos para una sociedad urgida de una justicia que nos permita avanzar. Los animo a seguir construyendo esta Argentina más justa que nuestro corazón anhela, con todas sus fuerzas y  toda su alma, para llevar adelante su misión, allí donde el Señor los envió.

Dios los bendiga y acompañe a todos.