“Detrás de cada una de las decisiones que tomamos hay personas, familias, comunidades que debemos incluir en la ecuación económica”, dice la autora y recuerda la figura de Enrique Shaw, el empresario “milagroso” a ojos del Vaticano, fundador en el país de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa.
El 27 de agosto, los argentinos celebramos el Día Nacional de la Comunidad Empresarial. Lo hacemos para honrar la figura del empresario argentino Enrique Shaw, fundador en el país de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa y promotor en todo el mundo de un empresariado comprometido con la promoción del desarrollo integral de los pueblos.
Quienes formamos ACDE, queremos en este día convocar a todos los sectores sociales y en especial a nuestros colegas empresarios a invertir sus talentos con la mirada puesta en el bien común.
Sabemos, que estamos transitando cambios profundos. Y esas transformaciones no son inocuas, nos exigen revisar nuestra productividad para poder competir en un mundo cada vez más tecnificado. Hoy más que nunca debemos ser conscientes de que detrás de cada una de las decisiones que tomamos hay personas, familias, comunidades que debemos incluir en la ecuación económica.
Como tantas veces en su historia, Argentina está ante un nuevo cruce de caminos. Queremos imaginar un futuro con esperanza en el que no existan argentinos excluidos de la mesa del progreso, del crecimiento, del trabajo. Es una oportunidad única que no podemos desaprovechar.
Para lograrlo de forma plena, se vuelve muy necesario recordar el mensaje del Papa Francisco, que ante cada oportunidad que tuvo de hablar con nosotros, los empresarios cristianos, nos recordaba a Jesús en la Parábola de los Talentos (Mateo 25). Nos pedía, al igual que Cristo en ese pasaje de la Biblia, que invirtamos esos talentos, que los hagamos prosperar, que no los escondamos y que no dejemos que se echen a perder.
Es un llamado que nos inspira a honrar “esa noble vocación”, como describía Francisco a la de los empresarios, con responsabilidad; una responsabilidad que es doble: con nuestro prójimo y con nuestra casa común. Porque los empresarios estamos llamados a la producción de riqueza y al mejoramiento del mundo para todos y tenemos un rol crucial en el desarrollo de la comunidad y la superación de la pobreza, especialmente a través de la creación de empleos.
Este mandato nos obliga a orientar nuestros esfuerzos no solo a generar ganancias -necesarias para la reinversión- sino a crear también empresas inclusivas. En palabras de quien fuera el fundador de ACDE, el empresario en proceso de beatificación Enrique Shaw, fallecido el 27 de agosto de 1962, «empresas que respeten la trayectoria de vida de los trabajadores y se inserten positivamente en sus entornos ambientales y sociales».
Vivimos tiempos desafiantes. Si logramos transitarlos con la mira puesta en el bien común, buscando no dejar a nadie al costado del camino, habremos sido exitosos al recorrerlo.
Nunca nos vamos a arrepentir de poner a nuestros hermanos en el centro y eso se logra entendiendo que nuestra vocación es positiva y exitosa si se inspira en los valores responsabilidad social, ética y compromiso con el bien común. Solo así nuestra labor podrá ser una fuerza para el cambio positivo en el mundo.
*presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE)
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