La comunidad de ACDE despide a uno de sus fundadores, Jorge María Steverlynck

Al cumplirse un mes de su fallecimiento su familia agradece las expresiones de afecto y oraciones, y participa la misa a celebrarse el miércoles 11 de abril a las 20.15 h en la Iglesia del Pilar, Junín 1898, CABA.

El pasado 11 de marzo partió a la casa de Dios mi padre Jorge María “Joris” Steverlynck, el último fundador con vida de ACDE, a pocos meses de cumplir 87 años de edad debido a la enfermedad de Alzheimer. Se fue en paz, en la habitación donde durmió los últimos 56 años, rodeado en sus últimos días del afecto de su tan querida familia, que era a su vez su gran pasión. Mi padre se casó con mi madre María Laura Esteves hace casi 58 años, y en su larga y fecunda vida tuvo 5 hijos, 16 nietos y una reciente bisnieta.  Mi madre ha sido sostén de la familia, siempre con una palabra de aliento en el momento correcto.  La relación entre ellos siempre fue excelente.  Mi padre siempre mencionaba que había tenido tres mujeres claves en su vida: su madre, mi madre y la Virgen María.

Nuestros padres nos educaron en virtudes humanas y cristianas. Nos transmitieron la importancia del estudio y del trabajo, de la honestidad, de hacer las cosas bien y sin atajos, y por sobre todo de no darnos nunca por vencidos ante las dificultades de la vida, encomendándonos siempre a Dios. Con el ejemplo predicaron la confianza en otras personas aún a riesgo de ser defraudados.

Mi padre era el sexto de dieciséis hijos de Don Julio Steverlynck, un empresario textil de nacionalidad belga, y María Alicia Gonnet, oriunda de los pirineos franceses, quiénes llegaron a la Argentina para quedarse en 1925. Se educó pupilo en el Colegio Marín de San Isidro, entonces a cargo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Fue un ejemplo de hombre cristiano cabal. Sus padres, pioneros en el país en aplicar la Doctrina Social de la Iglesia en el país, le trasmitieron sólidos valores. En efecto, la empresa textil familiar Algodonera Flandria (Villa Flandria, Luján) y sus numerosas instituciones sociales y deportivas conformaron un entorno moldeado por las encíclicas Rerum Novarum y Populorum Progressio.

Mi abuelo era amigo del Cardenal Cardijn, fundador de la Juventud Obrera Católica y belga flamenco como él. Fue justamente en el Cardenal Cardijn, entre otros, en quienes se inspiraron los fundadores de ACDE. Junto a Don Julio y su hermano Alois, mi padre fue socio fundador de ACDE, donde desarrolló una relación muy cercana con Enrique Shaw, Hernando Campos Menéndez, Carlos Llorente, entre otros fundadores, así como con el querido Padre Moledo, de quienes nunca dejó de resaltar sus excepcionales cualidades humanas y una profunda vida espiritual.

Luego de muchos años de ausencia en ACDE, casi a modo de despedida, acompañé a mi padre al Encuentro Anual de 2016. Quedó sumamente impresionado por la calidad del encuentro. Es que él era un convencido de la presencia real del Espíritu Santo en el grupo humano que conformaba ACDE, y como tal, veía a la institución realmente como una obra de Dios. Muchas veces me contó cómo le impresionaba la gran profundidad que tenían los debates sobre la responsabilidad y el rol del empresario, alentada por la sabiduría del Padre Moledo y potenciada por el aporte de los socios y sus esposas. Decía también que los congresos locales e internacionales (UNIAPAC) eran extraordinarios, con una activa participación espiritual.

Fue un cristiano valiente y comprometido con los ideales evangélicos, y durante la quema de iglesias en 1955 no dudó en formar parte del grupo que defendió la Basílica del Santísimo Sacramento ante un posible ataque que finalmente no se concretó.

Durante su vida contribuyó además con el Serra Club (dedicada a fomentar vocaciones sacerdotales), el Servicio Sacerdotal de Urgencia (guardia nocturna mensual durante 60 años el 11 de cada mes, el mismo día en el que murió pasada la medianoche), Cáritas (Consejo Nacional), los Cursillos de Cristiandad (varias veces Coordinador o “Rector”), dictó cursos prematrimoniales en parroquias y fue Caballero de la Orden de Malta, entre otras actividades e instituciones.

Era asiduo feligrés en Las Esclavas del Sagrado Corazón, frente a la Plaza Vicente López, en la cual su presencia se hacía sentir por su fuerte voz de bajo barítono y refinado fraseo gracias a sus estudios de canto lírico. Uno de sus pasatiempos favoritos fue justamente el canto y la música y, particularmente, la temporada de ópera del Teatro Colón.

Fue un hombre mariano. De rezo diario del Rosario, se emocionaba al hablar de su “Madre del Cielo” y diariamente dedicaban una decena a cada uno de sus cinco hijos Se despidió de esta tierra en el preciso instante que mi madre terminó de rezar, junto a él y como todos los días, el Santo Rosario. Siempre nos recordaba cómo su padre había cambiado, en forma secreta y a pedido del obispo, su imagen idéntica de la Virgen de Luján por la verdadera Patrona de Argentina para protegerla durante la quema de las iglesias. Es así que mis abuelos y sus hijos, entre ellos mi padre, fueron los anfitriones de la Virgen de Luján, sin saberlo nadie más que mis abuelos y el obispo. Una vez fallecidos mis abuelos, mi padre se enteró y confirmó el trueque mencionado. Luego coordinó que la mencionada copia, que fue venerada como verdadera, fuera entronizada en el Santuario de Nuestra Señora de San Nicolás.

Tuvo una larga trayectoria académica, siendo titular de la cátedra de macroeconomía durante muchos años en la Universidad del Salvador y la UCA. Con dominio de 11 idiomas, incluidos latín y griego, una destacada cultura general y dueño de un “saber poco común” – como lo definió Julián Marías – fue un ávido lector y prolífico escritor de libros de filosofía, economía, historia y religión. Su último libro fue sobre la “Historia de Villa Flandria” que presentó allí en 2016, donando el producido de varias ediciones a la Parroquia San Luis Gonzaga, que su padre había construido para el pueblo hace cerca de 80 años.

Descansa en el cementerio de Villa Flandria junto a sus padres y hermanos. Aunque será difícil no sentir su ausencia, trataremos siempre de honrar su vida y agradecer el legado que nos deja: su compromiso cristiano, generosidad y hombría de bien, honestidad, envidiable alegría y gran sentido del humor.

Quisiera agregar para terminar y a título personal que me siento muy privilegiado por el padre que he tenido. Hoy le pido que desde el cielo ilumine mi camino en esta vida para que cada día pueda ser mejor cristiano y mejor padre de familia, siguiendo sus pasos para reencontrarme nuevamente con él en la vida eterna.

 


Por: Jorge Steverlynck (h)